Xu Zeng sintió un dejo—una ínfima pizca— de confusión ante la noticia de que no había habitaciones disponibles en todo el pueblo.—¿En todo el pueblo?
Parecía improbable, pero su cansancio eclipsó cualquier interés adicional en el asunto. Solo necesitaban un lugar donde reposar sus cabezas; eso era bastante fácil.
—¿Cuántas habitaciones necesitamos? —Su pregunta se escapó casi automáticamente, aunque se sintió incrédulo incluso mientras la somnolencia lo invadía y sus sentidos parecían lejanos.
Tres dedos levantados por el zorro a su lado provocaron el alzar de las cejas de Xu Zeng.—¿Tres habitaciones? —pensó—. ¿Por qué necesitarían tres habitaciones separadas?
La idea le parecía excesiva. Él ni siquiera tuvo una habitación mientras crecía— bueno, eso no era del todo cierto.
Recordó su humilde crianza, donde incluso un rincón en la casa de los cerdos había sido suficiente después de la muerte de su padre.