Rodeado por la mirada indiscreta y los murmullos acusatorios de los residentes de la Aldea Sol, Xu Zeng se sentía expuesto y vulnerable a los duros juicios de los que le rodeaban.
Ahora incluso en el silencio, se sentía desnudo ante el mundo.
En aquel momento, se dio cuenta de que no estaba tan desapegado de su entorno como alguna vez creyó. Inicialmente, había encontrado consuelo en la creencia de que era hijo de su padre, pero esa ilusión se hizo añicos cuando descubrió la verdad.
Sin embargo, incluso sin lazos de sangre, el amor que compartía con su padre era suficiente, también tenía un hermano al que admirar. Uno que lo amaba tanto que se sacrificó por él. Desde pequeño, Xu Zeng albergaba la esperanza de que su hermano todavía sobrevivía, en algún lugar.