El hedor era sordo, un recordatorio persistente de que el zombie llevaba bastante tiempo muerto.
Ya sea que estuviera muerto desde hace mucho, poco o algún punto intermedio, el hecho permanecía: muerto seguía siendo muerto. El olor a las tripas de un zombie, independientemente de la duración de la descomposición, era y siempre sería un asalto a los sentidos, una abominación para la nariz de cualquiera... especialmente de un cierto dormilón atontado que se encontraba en una situación desafortunada.
El estómago de Xu Feng se retorcía mientras trataba de soportar el nauseabundo hedor. Durante algunos largos minutos, luchó contra la oleada de enfermedad, su cuerpo temblaba con el esfuerzo.