Xu Feng sonrió a Mingyue, asintiendo. —Lo vi. Buen trabajo.
El bollo de medio tamaño brillaba, su pecho se inflaba de orgullo. Xu Feng no pudo evitar sentir un sentido de orgullo él mismo. El niño era poderoso, más poderoso de lo que Xu Feng había anticipado, y su control sobre sus habilidades era impresionante.
Pero lo que impresionó aún más a Xu Feng fue la disposición del niño para confiar en él. Para seguir su guía sin cuestionar.
Ya fuera que se encontraran de nuevo en un futuro cercano o distante, Xu Feng estaba seguro de que tanto Mingjun como Mingyue se convertirían en dragones asombrosos. Eventualmente alcanzarían sus metas, ya fueran las que Yujie tenía en mente para ellos, o si tenían nuevos sueños.
Los últimos días se habían sentido como un torbellino de situaciones extrañas y decisiones inciertas.