...¡Segunda siesta!

Xu Feng se volvió hacia el sonido de las voces y fue recibido por dos pequeñas caras que no había visto en mucho tiempo. Lee Mo y Lee An, los niños de Lee Hua, estaban allí con grandes sonrisas, sosteniendo pequeñas canastas en sus manos.

Si sabían que estaban viendo al que una vez pensaron que estaba muerto o no, era desconocido. Quizás solo pensaron que había ido de paseo...

—¿Qué es esto? —preguntó Xu Feng, agachándose para estar a su altura.

—¡Papá dijo que trajéramos esto para ti! —exclamó Lee An, extendiendo la pequeña canasta hacia Xu Feng.

Lee Mo agregó —¡Es para ti y para los dragones!

Su emoción era contagiosa, y por un breve momento, Xu Feng olvidó sus preocupaciones. Aceptó las canastas con una cálida sonrisa.

—Gracias —dijo, acariciando sus cabezas. El ligero pero distintivo olor de las flores secas que los dos niños habían recogido para él era difícil de ignorar o disgustar. —¿Ya desayunaron?