Sus palabras se desvanecieron en un suspiro ahogado, sus hombros temblando bajo el peso de sus propias acciones.
Xu Feng lo observó, con una expresión ilegible. Esto era exactamente de lo que quería hablar.
Sin evasivas. Sin excusas.
Ya lo había mencionado cuando regresó a Nanshan, pero no habían tenido la oportunidad de hablar a solas—sin Min, sin ningún tipo de intermediario.
Solo la verdad.
Esto no era una cacería de brujas. No trataba sobre castigo.
Xu Feng simplemente quería a su alrededor personas en las que pudiera confiar. Y él confiaba en Lee Hua. La partera había estado dedicada a su familia desde el principio. Pero la dedicación no era lo mismo que la lealtad. La confianza no se trataba solo de sentimientos—necesitaba ser probada y demostrada.
En algún momento, la finca Nanshan se había convertido en su hogar.
Esa realización asentó algo profundo dentro de él.