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—La finca estaba más tranquila ahora.
No vacía —no, de eso nada. Pero con cinco personas menos, el aire se sentía... más claro. Los espacios que antes ocultaban rumores susurrados y descontento velado habían sido purgados, dejando tras de sí una constancia que no había existido antes.
Sin embargo, a pesar de las pérdidas, Nanshan estaba lejos de estar abandonada. Ciertos espacios seguían siendo animados, particularmente el Patio Floreciente y Brotando, donde la presencia de niños aseguraba que nunca hubiera un verdadero momento de silencio.
El personal restante, aunque poco, formaba una sólida base.
Una sola familia había decidido quedarse: una madre, un padre y un hijo que habían sido vendidos a la servidumbre por sus propios parientes. Eran trabajadores, diligentes y sorprendentemente adaptables.