Xu Feng no era la persona más torpe del mundo, pero incluso él sabía que caminar con ambos bebés en brazos —ya somnolientos y pesados por el sueño— era un riesgo que no necesitaba correr. Era diferente cuando estaban asegurados contra él en un portabebés, cómodos y seguros.
Podía pretender que el orgullo era más importante que la precaución, pero no era el caso. No cuando se trataba de sus hijos.
La seguridad primero. Siempre.
La noche había terminado en caos.
Pero este tipo de caos... esto podría ser su nueva normalidad.
Con Xiao Long y Da Long limpios y cambiados a pijamas frescos —un par de peleles azul claro y verde claro con patrones de pequeños aviones— su guerra contra el sueño estaba casi terminada.
Los dos niños ya estaban a medio camino en el país de los sueños, sus cabecitas se balanceaban ligeramente mientras sus cuerpos luchaban por mantenerse despiertos. Las extremidades se movían espasmódicamente por la fuerza de voluntad para mantenerse despiertos.