Margarita entró al jardín de Javir, el sol de la tarde calentando su piel morada. Jaylin ya estaba allí, con los brazos cruzados, intentando su mejor esfuerzo por parecer seria y maestra.
—Oh, hay alguien ansioso hoy
—Ay, ay, ¿llegaste temprano otra vez? —Margarita sonrió, ajustándose el vestido. El movimiento hizo que sus enormes pechos rebotaran ligeramente, y no se perdió cómo los ojos de Jaylin siguieron el movimiento antes de desviar rápidamente la mirada.
—¡N-no he llegado temprano! ¡Tú llegas tarde! —Jaylin bufó, sus mejillas ya rosadas—. ¿Podemos empezar la lección?
—Por supuesto, profesora— —Margarita ronroneó, disfrutando cómo el rubor de Jaylin se intensificaba—. ¿Qué vamos a aprender hoy?
—... Hechizos básicos de escudo. Magia de la Luz —murmuró Jaylin, sacando sus apuntes de enseñanza—. Aunque no sé para qué me preocupo. Eres peor que tu hija cuando se trata de concentrarse.