Lealtad, Parte Cuarenta y Ocho

El ruido habitual del bar se sentía distante, como si alguien hubiera metido algodón en los oídos de Melisa. O tal vez ese era solo el sonido de su conciencia gritando.

Vira le lanzaba miradas preocupadas desde detrás de la barra, probablemente preguntándose por qué su usual compañera de charlas y encuentros casuales parecía que había visto un fantasma. O creado algunos fantasmas, en este caso.

«Basta», pensaba Melisa, observando cómo giraba el licor en su vaso. «Ya está hecho. Todo lo que importa es que ahora te van a aceptar. Eso es todo».

—¡Otra ronda! —rugió Koros, golpeando su vaso vacío con suficiente fuerza como para hacer que Melisa saltara—. ¡Para nuestra nueva estrella!

Los otros nim brindaron, sus rostros enrojecidos por el alcohol y la victoria. Nariz-Torcida tenía su brazo alrededor de uno de los otros, ambos tambaleándose mientras intentaban recrear la explosión con gestos de mano cada vez más elaborados.