El Comandante lanzó una mirada anhelante al arma en manos de los Clérigos, pero todos sabían que no recuperaría esa. La había probado, pero se la llevarían de vuelta al templo como parte de su proyecto de investigación, donde sería sometida a semanas o meses de escrutinio antes de ser archivada en la Biblioteca como un ejemplar o evidencia de una teoría.
También sabían que Karl podía hacer otra, pues habían obtenido esa información de las divagaciones de los Clérigos, pero pedirle a un Monarca desconocido, que podría ser uno de los activos ocultos de la nación, que les hiciera un nuevo arma era una propuesta costosa.
Ninguno de ellos conocía a Karl, pero ya era un Monarca, así que probablemente era más viejo de lo que parecía y estaba oculto a propósito del público.