El viejo Enano se detuvo frente a una casa unas cuadras más arriba y llamó a la puerta, luego esperó, mientras los demás intentaban no reírse.
La puerta se abrió y una mujer anciana, encorvada por la edad, lo miró con furia.
—Váyase, no estamos comprando —insistió, y luego cerró la puerta en su cara.
El hombre llamó de nuevo, y la mujer resopló mientras abría la puerta, luego se apartó para dejarlo entrar.
—Su suegra. Podemos ir al área de preparación de la mazmorra ahora. Les mostraré la ubicación del Portal público para que sepan dónde llegar la próxima vez, y luego los ayudaré a formar un grupo —explicó el chamán que había lanzado sus portales.
Esa revelación cambió completamente la forma en que Karl entendió la interacción de los Enanos. Karl había pensado que era su esposa al principio, pero si era su suegra quien le cerraba la puerta en la cara y luego cedía, no su esposa no reconociéndolo, resultaba mucho más divertido.