Hazel esperó a que el caballero regresara con permiso y sonrió cuando lo hizo.
—Su gracia, buenas noches. Me disculpo por llegar tarde hoy —sostenía con fuerza el cuenco con la fruta en sus manos mientras entraba en la habitación. Eva estaba sentada cerca de la ventana. Su rostro lucía pálido y sus ojos estaban hinchados. Debe ser el efecto de la discusión de anoche. Pero tenía que apurarse, no podía perderse el desayuno con Damien.
—Su gracia, escuché que se siente mal nuevamente cuando visité la cocina para asegurarme de que el señor tuviera un buen desayuno —caminó hacia su asiento con un suspiro—. He traído algunas frutas para usted. Se sentirá mejor después de comerlas —sus ojos brillaban de alegría mientras colocaba el cuenco en la mesa cerca de Eva.