—Hay más que no sé, ¿verdad? —suspiró Killian mientras se paraba frente a la ventana y miraba hacia afuera. No necesitaba girarse para saber que Damien había abierto la puerta y entrado en la habitación. El aumento del calor en la habitación le decía más.
—Tenía un sello en su alma y memorias. No la dejaba usar sus poderes y se volvía inestable cada vez que intentaba decirle la verdad. ¿Sabes cómo controlarlo o qué podría dañarla? —Killian cerró los ojos y murmuró algo entre dientes. Mantuvo su agarre en el umbral de la ventana con tanta fuerza que sus nudillos se tornaron blancos.