—Aún la necesito —rió Carmen cuando Charlotte ni siquiera negó que sentía odio por su hija y él no la culpaba. Porque él conocía la verdad de su matrimonio.
—Ese hombre murió hace mucho tiempo. Ya has desperdiciado toda tu vida, Charlotte. Y ella también es de tu sangre —explicó, pero la mujer apretó los dientes con odio mostrándose en sus ojos y voz.
—Ella no es de mi sangre. Ella pertenece a ese hombre. ¿Ves algún parecido entre nosotras? —Cerró los ojos y tomó una respiración profunda cuando se dio cuenta de dónde estaba—. Su majestad, tienes razón. Ella es mi hija. Y me preocupo por ella. Así que por favor ayúdame a encontrarla. Haría cualquier cosa mientras tú la encuentres. De lo contrario, mata a Harold por llevarse a mi hija —se estremeció con un torbellino de emociones haciendo que el hombre suspirara.