La Chica Perdida

Cuando llamaron a la puerta, los ojos de Eva siguieron la puerta, entornados y listos para regañar a Damien por encerrarla en la habitación. Pero la persona que entró no fue Damien, sino Killian y Aric. Él era la última persona que esperaba ver allí.

—¡Estás a salvo! —susurró con alegría, como si fueran amigos perdidos hace mucho tiempo. Hoy parecía más tranquilo y accesible. Pero ella no bajó la guardia.

—¿Tú…? Olvídalo. Solo vine para verte de nuevo —susurró cuando Eva no respondió y seguía mirándolo como si fuera un extraño.

Killian negó con la cabeza y escudriñó la habitación. No había ninguna criada para asistirla, lo que lo hizo fruncir el ceño.

—He enviado a Olga a hacer una tarea. Si estás buscando a mis criadas. —¡Debería haber más! Quería responder pero solo soltó una risita burlona y forzó una expresión de calma en su rostro.