—¿Hay algo especial acerca de esto que no se me permita ver? —Ella miró a su alrededor, pero el hombre no respondió.
—Nos disculpamos. Pero tiene que cerrar las cortinas, su eminencia. —Había censura en su voz, haciendo que Eva entrecerrara los ojos al observar su entorno. Pero sabía que no estaba en condiciones de desafiarlos.
Si lo hacía, Abraham lo sabría.
—Muy bien. —Asintió y volvió a cerrar las cortinas. El carruaje, que se había detenido repentinamente, comenzó a moverse otra vez. Eva cerró los ojos y se concentró en el sonido.
Un ceño apareció en sus labios. Si el carruaje se está moviendo, debería crear algún ruido. No importa qué tan buenas sean las ruedas. Ella podía sentir el movimiento del carruaje, pero no escuchaba ningún sonido a su alrededor excepto raros relinchos de los caballos y himnos cantados por unos pocos sacerdotes.