Encrucijada

Eva despertó con un dolor de cabeza insoportable. Se agarró la cabeza con las manos y forzó sus ojos a abrirse para ver que estaba en el jardín.

Violetas frescas, rosas, lirios y muchas flores silvestres estaban floreciendo a su alrededor. Parpadeó y se frotó los ojos. Pero la imagen y la fragancia de las flores suaves no desaparecieron.

«¿Qué demonios?», se puso de pie con las rodillas débiles y se sostuvo del árbol por un segundo. Sus ojos recorrieron el entorno. El jardín no pertenecía ni a una iglesia ni al palacio real. No, no era un jardín en absoluto. Debía estar en los bosques, ya que no podía ver ningún edificio a su alrededor.

Solo árboles y flores con un arroyo cercano. Caminó hacia el arroyo y se echó agua fría en la cara. Excepto por el canto de los pájaros, no podía escuchar ni una sola alma.

«¿Hay alguien ahí?», llamó unas cuantas veces, cautelosa, cuando escuchó el crujido de ropa detrás de ella.