—Ella te había insultado. ¿No es así? —Hazel miraba a Harold, cuyo rostro estaba rojo, con una mirada de lástima en sus ojos.
—Y te encerró en la habitación cuando exigiste estar con su esposo —ofreció él burlonamente. Ya no quedaba rastro de aquel hombre que fingía ser un caballero frente a ella.
Ella siseó y desvió la mirada.
—Si estás aquí para insultarme, márchate. No estoy de humor para discutir. —Sus ojos estaban fijos en la ventana cerrada. Habían pasado días desde la última vez que había visto la luz. Esa noche, cuando regresó después de conseguir la aceptación de Eva, un guardia real entró con una nueva criada y la encerraron aquí. Poco después, Philip llegó y anunció que se casarían.
Y como todavía no estaba entrenada, tenía que quedarse en su habitación y entrenar. Con esa excusa, la encerraron aquí. Ni siquiera sabía por qué Philip la había elegido.