—Madre, ¿no volveremos a nuestro territorio? Padre ya regresó anoche —preguntó Diana mientras les servía té ella misma.
Había dulces y aperitivos recién horneados sobre la mesa. Ella les sonrió dulcemente.
Gabi arqueó una ceja. Habían pasado meses desde que su hija siquiera les había hablado. Casi siempre los miraba como si fueran sus enemigos.
—No podemos dejar a tu hermana sola. Tu padre necesitaba ocuparse de algunos asuntos en el territorio. Pero nos quedaremos aquí hasta el matrimonio —anunció con un tono altanero y distante, como si estuviera hablando con un extraño.
Pero Diana fingió ignorancia y sonrió brillantemente.
—Oh sí, mi hermana se va a casar con un príncipe. ¡Qué de ensueño! Padre debió haberse quedado aquí también. Estoy segura de que tiene suficientes personas competentes para manejar su trabajo en el territorio.
Sostuvo los brazos de su madre y apoyó su cabeza en ellos. Su madre la miró con una mirada escrutadora.