—Ariel quizás no entendía lo que decía Jin Jiuchi, pero eso no le impedía sentir que esa clase de mirada le resultaba muy familiar. ¡Así es, era la mirada de alguien que quería su vida, su carne y su sangre! Como resultado, su pánico se intensificó y se volvió aún más histérica, luchando con fuerza para escapar de Jin Jiuchi. ¡No... no, aléjate de mí!
Entre la risa y el llanto, Gu Luoxin sólo pudo avanzar para consolarla. Alzó ambas manos para indicar que no pretendía hacer daño, y habló en un tono suave como si estuviera confortando a un animalito asustado, —Oye, ¿puedes oírme? Cálmate, ¿vale? No vamos a hacerte daño.