—Hmm… —un gemido bajo resonó desde lo profundo de la garganta de Jin Jiuchi mientras se abría paso con la lengua hacia el calor embriagador de la boca de Shen Nianzu.
Si antes pensaba que los labios de Shen Nianzu eran como miel condensada, ahora se vio obligado a cambiar de opinión. Esto debía ser a lo que sabía el néctar del Cielo. El libro ilustrado que había leído en el pasado había descrito esta misma sensación: el sabor más dulce y atractivo del mundo entero. Capturaba perfectamente cómo se sentía Shen Nianzu contra su lengua. Porque Jin Jiuchi sabía con certeza que no encontraría nada más tentador que esto.
Un sabor... solo un sabor y estaba irremediablemente, irrecuperablemente y locamente adicto. Nunca podría volver a hace cinco segundos, cuando no había saboreado esto, pues Shen Nianzu lo había condenado a toda una vida de obsesión.