A lo largo de su vida, había soportado una oleada de dificultades: la crueldad de una hermanastra malvada, la malicia de una madrastra siniestra y la indiferencia de un padre apático. No creía que alguna vez pudiera encontrar la felicidad… hasta que una pequeña hada tropezó en su vida y cambió todo.
—¿Por qué estás llorando otra vez? —una voz suave y delicada le llamó, y levantó la cabeza para contemplar a la criatura más hermosa que jamás había visto—. Tus llantos siempre suenan tan tristes que no puedo ignorarlos más. No llores…
La pequeña hada del tamaño de una palma extendió su mano para secar sus lágrimas, una gentil sonrisa adornando sus labios.
—Mira, tienes un rostro tan hermoso. Sería una lástima cubrirlo con lágrimas todo el día.
Fue la primera vez que alguien la trató con tanta amabilidad y dulzura. Acostumbrada a ser maltratada desde muy joven, la compasión de la pequeña hada trajo un toque de calidez a su frío y desolado corazón.