Los furiosos estallidos de Gu Luoxin reverberaban en el aire, dirigidos directamente a la Reina, quien ahora parecía perdida en un aturdimiento. No tenía idea de si la otra parte lo estaba escuchando o no, pero simplemente necesitaba sacar esto de su pecho. Sin duda alguna, se sentía mucho mejor ahora que había desahogado años de ira y frustración escondida.
—Imposible… —La voz de la Reina resonó con incredulidad, su masiva y sombría forma temblando bajo el peso de las revelaciones que acababan de poner su mundo de cabeza—. ¡Imposible, debes estar mintiéndome! ¿Qué hay de las escenas que he presenciado con mis propios ojos? ¿Qué hay de la voz dentro de mi mente? —demandó, su tono rozando la histeria.
Gu Luoxin vaciló, pues ese era el único misterio que aún no podía comprender.
—Sobre eso…
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