Habiendo escapado con éxito con Qie Xieling, Wen Qinxi sintió que su estómago gruñía seguido de un dolor retorcido. Acababa de tomar un chupito de vodka con el estómago vacío, lo que no era bueno, así que buscó un restaurante pero se topó con un hotel. A juzgar por su apariencia podría calificarse como de tres estrellas a lo sumo pero a Wen Qinxi no le importó, así que entró con Qie Xieling en brazos.
Al ver entrar al par de madre e hijo, el amable personal sonrió con las empleadas encantadas con el lindo pequeñín, Qie Xieling.
—Es tan adorable. Señorita, ¿cuántos años tiene? —preguntó la recepcionista con una mirada de admiración luchando por no pellizcar la regordeta mejilla del pequeño.