Las caras de los guardaespaldas se pusieron pálidas al darse cuenta. Simplemente nunca pensaron que Su Xin llegaría tan lejos. Nunca había llegado tan lejos antes. Normalmente regañaba o ignoraba a Qie Xieling y nunca involucraba al joven maestro en sus planes de escape. Resulta que incluso un conejo mordería cuando está acorralado.
—¡Mierda!... ve a salvar al joven maestro... ¡Ahora! —gritó el jefe de seguridad previendo su cabeza en una pica una vez que su jefe regrese.
—Me alegra que hayamos llegado a un entendimiento mutuo... Por mucho que me gustaría quedarme y charlar, realmente tengo que irme —dijo sacando una pistola haciendo que los guardias restantes se sobresaltaran.
Wen Qinxi disparó a todos los neumáticos de los vehículos lujosos estacionados afuera, excepto al jeep negro más cercano a la puerta.
—Perdón... entiendes, ¿verdad? —dijo con una sonrisa burlona que hizo que el jefe de seguridad rechinara los dientes de rabia.