Wen Qinxi estaba ahora a cuatro patas sobre el escritorio con su tierno trasero expuesto. Esta escena lujuriosa hizo que Qie Ranzhe no pudiera resistirse a golpear las mejillas pálidas. El fuerte sonido de pa le valió una mirada de Su Xin, pero encontró esa mirada adorable.
—No te enojes bebé. Papi te hará sentir bien en un minuto —dijo Qie Ranzhe frotando el lugar que ya se estaba volviendo rosa.