Qie Ranzhe se tomó todo un día para calmarse meditando en el bosque. Básicamente estaba fuera del mapa, haciendo que Qie Xieling creyera que estaba haciendo importantes deberes de la secta. Así que cuando cayó la noche, Qie Xieling no dudó en irse al cuarto de Zhao Zhi para una pijamada a pesar de la negativa de su padre.
Los dos cenaron juntos mientras charlaban como un par de amigos de la infancia. Esta escena armoniosa no duró mucho porque, dos horas después, hubo un toque impaciente en la puerta. Los dos se congelaron antes de mirar el vino y las fichas de mahjong sobre la mesa.
—¿No dijiste que tu papá se fue de la ciudad? —susurró Wen Qinxi en voz baja.
Las cejas de Qie Xieling se fruncieron mientras apretaba los labios, perdido en sus pensamientos.
—No vi al tío Machu, así que asumí que se había ido —respondió Qie Xieling mirando hacia la puerta—. Ignorémoslo. Probablemente se irán cuando se cansen de tocar.