—Señor Li, su... su técnica de masaje... es increíble... se siente tan bien... —dijo Zhang Zeya, casi gimiendo.
Li Qianfan sonrió maliciosamente.
—Deja de fingir, hermanita. ¿Me estás seduciendo deliberadamente?
—Qué... qué quieres decir... No soy ese tipo de... mujer descarada... —dijo Zhang Zeya, fingiendo timidez, pero sus hermosos ojos miraban secretamente a Li Qianfan.
La actitud seductora de Zhang Zeya hizo que Li Qianfan tragara saliva con dificultad.
Li Qianfan ya no pudo resistir más. Abrazó directamente a Zhang Zeya, levantándola del asiento del pasajero a su regazo.
—Oh... Señor Li, ¿qué está haciendo? No puede hacer esto...
Zhang Zeya seguía negando con la cabeza, repitiendo que no lo hiciera, pero se acercaba voluntariamente, presionando su amplio pecho contra el rostro de Li Qianfan.
Li Qianfan tampoco mostró cortesía. Agarró el vestido de Zhang Zeya y lo arrancó de su joven y atractivo cuerpo.