Chapter 2: New Beginnings

La luz del amanecer se filtraba entre las hojas del bosque, creando un juego de sombras y destellos en el suelo. Jotaro, que ahora tenía 15 años, respiró profundamente, llenándose de la frescura de la mañana mientras se dirigía al lugar donde solían encontrarse el y Kira. Los ecos de su risa infantil aún resonaban en su mente, pero ahora, en lugar de tristeza, sintió una determinación renovada. 

Al llegar al lugar, encontró a Kira sentada en un tronco, mirando hacia el cielo. Su expresión reflejaba paz y concentración, como si estuviera planificando todo en su mente. Jotaro se acercó a ella con una sonrisa. 

-¡Buenos días, Kira!-la saludó, y ella se giró, su rostro iluminándose con una amplia sonrisa. 

-¡Buenos días, Jotaro! –respondió ella. Estaba pensando en nuestra próxima aventura, ¿qué tal si hoy exploramos un nuevo rincón del bosque? 

Jotaro sintió que su corazón se calmaba ante la idea. La emoción de salir al exterior le hizo olvidar, aunque fuera por un momento, la pesadez de su sueño y su doloroso pasado. 

-Sueña genial. Hay un sendero que aún no hemos explorado. Podríamos ver si encontramos algo interesante -dijo mientras comenzaban a caminar juntos. 

Mientras caminaban por el bosque, Jotaro se dio cuenta de que la conexión con Kira lo hacía sentir más fuerte. Compartieron historias, risas y sueños, creando un nuevo futuro juntos en este mundo desconocido. 

A medida que avanzaban, se encontraron con un arroyo de agua cristalina que serpenteaba entre las rocas. El sonido del agua que fluía era relajante y Jotaro no pudo evitar detenerse a contemplar la belleza del lugar. 

-Esto es hermoso -murmuró, mirando los destellos de la luz del sol sobre el agua. 

Kira se acercó a la orilla del arroyo, sumergiendo los dedos de los pies en el agua fresca. -Sí, este lugar siempre me ha parecido mágico. La naturaleza tiene una forma de curarnos, ¿no crees? 

-Sí, definitivamente- asintió Jotaro, observando el agua fluir de manera constante. Me recuerda que, aunque hay cosas que no podemos cambiar, siempre hay belleza que encontrar si buscamos con suficiente atención. 

Kira lo miró y comprendió la profunda verdad de sus palabras. La conversación fluyó entre ellos como el agua en un arroyo, natural y necesario. 

De pronto, un resplandor llamó la atención de Jotaro. Al agacharse, vio algo brillante entre las piedras. Se acercó a él y, al recogerlo, se dio cuenta de que era un pequeño amuleto, tallado en forma de árbol con hojas delicadas. 

-Mira esto, Kira -dijo, mostrándoselo-. ¿Qué crees que significa? 

Kira lo examinó detenidamente. -Un árbol... puede simbolizar la vida, el crecimiento y la conexión. Tal vez alguien lo dejó aquí como recordatorio de que, incluso en la adversidad, siempre hay oportunidades para renacer. 

Las palabras de Kira resonaron en el corazón de Jotaro. Ese amuleto era un símbolo perfecto de lo que ambos estaban experimentando. Mientras sostenían el amuleto en sus manos, sintieron una profunda conexión no solo entre ellos, sino también con el mundo que los rodeaba. 

Estaban dispuestos a afrontar lo que viniera, juntos, con ganas de crecer y aprender. 

-Lo guardaremos como recordatorio-dijo Jotaro sonriéndole a Kira. -Un símbolo de nuestra amistad y de lo que superamos. 

-Sí, guardémoslo en un lugar especial -respondió ella sonriendo. 

El día transcurría mientras continuaban explorando el bosque, riendo y disfrutando de cada momento. Cada paso los alejaba un poco más de su pasado y los acercaba un poco más a su futuro. Sin embargo, su alegría se interrumpía brevemente. 

A medida que se adentraban en el bosque, un silencio inquietante comenzó a envolver la atmósfera. Jotaro frunció el ceño, sintiendo que algo no estaba bien. 

-Kira, ¿sentiste eso?-preguntó bajando la voz. 

-Sí, es como si la naturaleza se detuviera... -respondió Kira con cautela, mirando a su alrededor. 

De pronto, un grupo de figuras emergió de entre los árboles y los rodeó. Eran hombres rudos, armados y de aspecto amenazador. El líder, con una cicatriz prominente en el rostro, sonreía siniestramente. 

-Parece que tenemos visitantes no deseados -dijo el líder, con la voz llena de desdén. Entréganos lo que tienen o sufrirán las consecuencias. 

Jotaro sintió una oleada de poder surgiendo dentro de él. Sin siquiera pensarlo, se paró frente a Kira, decidido a protegerla. 

-No tenemos nada que darles -respondió Jotaro, con voz resonante y llena de determinación-. Si quieren pelear, entonces tendrán que enfrentarse a mí. 

Los ladrones se rieron, subestimando su determinación. Pero cuando Jotaro dio un paso adelante, la tensión en el aire cambió. Su presencia se volvió casi palpable, como si el aire mismo se inclinara ante su fuerza. 

Uno de los ladrones lo atacó con un hacha, pero Jotaro, con un movimiento ágil, desvió el ataque con una mano. El ladrón quedó aturdido y Jotaro aprovechó la oportunidad para contraatacar con un golpe que lo arrojó contra un árbol. 

Kira observó, estupefacta, cómo Jotaro parecía casi imparable. Manteniendo una confianza inquebrantable, cada ataque que le dirigía fallaba, mientras él respondía con golpes precisos que dejaban a los ladrones confundidos y desmoralizados. 

Cuando el último de los hombres fue derribado por el poder de Jotaro, el líder, lleno de ira, intentó huir, pero Jotaro lo alcanzó rápidamente y con un movimiento ágil lo detuvo. 

-No te dejaré escapar-dijo Jotaro mirándolo fijamente a los ojos-. Nunca volverás a amenazar a nadie. 

El hombre tembloroso asintió y Jotaro lo liberó, permitiéndole huir. Eran solo bandidos, pero cada uno de ellos había subestimado a Jotaro. 

Kira se acercó a Jotaro, todavía impresionada. -No sabía que tenías tanto poder... ¡Fue increíble! 

Jotaro sonrió, la adrenalina aún fluía por su sistema. -Nunca debemos subestimar lo que somos capaces de hacer cuando luchamos por lo que amamos. 

-Gracias por protegerme-dijo Kira, su mirada transmitía gratitud. 

—Siempre te protegere —respondió Jotaro, sintiendo que la conexión entre ellos los hacía invulnerables. 

Juntos abandonaron el lugar, con el amuleto aún en sus manos, dispuestos a afrontar los próximos retos que el mundo les presentaría. Su amistad se convertiría en su mayor fortaleza y juntos sabían que estaban preparados para cualquier aventura que les aguardara. 

Mientras el sol se ponía, dibujando un lienzo de colores en el cielo, Jotaro y Kira miraron hacia adelante, confiados en que su camino, aunque incierto, estaba lleno de promesas y oportunidades. 

La atmósfera del bosque comenzaba a desvanecerse a medida que Jotaro y Kira se alejaban del lugar del enfrentamiento. El aire fresco y vigorizante ahora parecía un alivio después de la tensión de momentos antes. Jotaro caminaba con paso firme, pero su mente aún daba vueltas en torno al enfrentamiento con los ladrones. 

-Ese líder pensó que era muy astuto -dijo Jotaro, frunciendo el ceño mientras miraba hacia adelante. 

Kira asintió, su expresión aún llena de admiración. -Fuiste increíble, Jotaro. No sabía que pelearas tan bien. 

Las palabras de Kira se deslizaron por el corazón de Jotaro, pero al mismo tiempo evocaron una mezcla de emociones. -Te recuerdo que mi padre me enseñó a pelear para protegerme- respondió con un tono de orgullo. Obviamente soy fuerte, pero... no tan fuerte como mis padres...

La voz de Jotaro se apagó al oír mencionar a sus padres. Una sombra de tristeza se apoderó de su rostro y Kira, al darse cuenta de que había tocado un tema delicado, decidió intervenir rápidamente. 

-Oye Jotaro, ¿qué tal si cuando lleguemos a casa dormimos juntos?-sugirió con una sonrisa juguetona, intentando cambiar el ambiente. 

La propuesta de Kira hizo que Jotaro se detuviera en seco, abrumado. -¿DORMIR JUNTOS? -exclamó, sombrío y nervioso. Sus mejillas se sonrojaron al instante. 

Kira, con una sonrisa traviesa, respondió: "Por supuesto, intruso. Podríamos hacer cosas". 

-¡¿COSAS?!, ¡PERO YO SOLO TENGO 15 Y TÚ 18!-gritó Jotaro, sintiéndose abrumado por la sorpresa y la confusión. 

Kira se rió de la reacción exagerada de Jotaro. -Y, ¿qué tiene? No le veo nada de malo -dijo, como si fuera lo más natural del mundo. 

—¡PERO YO SÍ! —respondió haciendo una mueca de incomodidad. Su mente era un torbellino entre la sorpresa y su propia juventud. 

Kira sonrió al darse cuenta de que Jotaro, aunque nervioso, estaba dejando de lado sus pensamientos sobre sus padres. Mientras seguían caminando, Kira siguió hablando de cosas ligeras, como sus aventuras en el templo y las historias que habían escuchado de los ancianos de la aldea cerca del templo. Jotaro se unió a la conversación, riendo y disfrutando del momento. Olvidaron, aunque fuera por un momento, la carga emocional que a veces soportaban. 

Finalmente llegaron al templo, donde la paz del lugar contrastaba con el bullicio del exterior. Al entrar sintieron el aire fresco y la tranquilidad que siempre envolvía su hogar sagrado. Jotaro se sintió reconfortado por la atmósfera familiar del templo. 

-Bueno, supongo que es hora de descansar-dijo Kira, mirando hacia el pasillo. 

Jotaro asintió. -Sí, que descanses. 

Aunque, por dentro, todavía se sentía un poco incómodo después de la conversación que habían tenido. Ambos se despidieron con una sonrisa cómplice. 

Entraron a sus respectivas habitaciones, la separación les dio una nueva perspectiva de su día. Jotaro se acomodó en su cama, contemplando lo que había sucedido, el enfrentamiento con los ladrones y la forma en que Kira lo había apoyado. 

Mientras cerraba los ojos, pensó en cómo la amistad de Kira siempre lograba sacarlo de su tristeza. Con la mente más liviana, se sumió en un sueño tranquilo, soñando con futuras aventuras y cómo, un día, podría superar las sombras del pasado para convertirse en el semidiós que realmente deseaba ser. 

En la habitación de al lado, Kira se recostó en su futón, sonriendo al pensar en la loca conversación que acababan de tener. Kira comprendió que en su pequeña burbuja del templo tenían un vínculo especial, uno que prometía crecer y florecer con cada nuevo día. Con ese pensamiento en mente, se quedó dormida, lista para enfrentar lo que el mañana pudiera traer. 

La luz del sol se filtraba por las ventanas del templo, iluminando la habitación de Jotaro. Se despertó lentamente, sintiendo la pesada manta del sueño aún colgando de sus ojos. Intentó levantarse, pero al hacerlo, notó que algo lo mantenía en la cama. Al mirar hacia abajo, se sorprendió al encontrar que Kira dormía plácidamente sobre su pecho. 

-¿Qué hace Kira aquí? -pensó Jotaro, sintiéndose cada vez más rojo de vergüenza. Mientras su corazón latía rápidamente, se preguntó por qué Kira no estaba en su propia habitación. 

En ese momento, Kira se movió y despertó, frotándose un ojo con el puño. -¡Buenos días, Jotaro! -dijo con una voz aún llena de sueño. 

-Buenos días a ti también, Kira-respondió, todavía aturdido por la situación. 

Después de un breve silencio, Jotaro, nervioso, decidió hacerle una pregunta. -Oye, Kira, ¿puedo hacerte una pregunta? 

-Sí, claro -dijo ella con una sonrisa. 

-¿Qué haces en mi cama?-preguntó Jotaro intentando sonar serio a pesar de lo complicada situación. 

Kira se tapó la boca con una risita traviesa. -Es que cuando estaba durmiendo, sentí ganas de ir al baño. Fui, y cuando regresé, vi tu habitación... No pude resistir la tentación de espiarte mientras dormías, y después de un rato, me dio sueño y me metí en tu cama y me quedé dormido -explicó. 

-¿En serio?-dijo Jotaro en un tono un poco más alto, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. 

-¡Sí! -respondió Kira sonriendo mientras se dejaba caer de nuevo sobre su pecho. 

-Está bien... Oye, Kira, ¿puedo decirte algo? -preguntó Jotaro. 

-Por supuesto, Jotaro -dijo ella. 

-Puedes bajarte de mí -dijo con una sonrisa. 

—No, me niego —respondió Kira con determinación. 

-¿POR QUÉ NO?-preguntó Jotaro. 

-Porque no es un no-respondió ella con firmeza. 

-Vamos, Kira, levántate por favor. Tengo ganas de ir al baño- suplicó Jotaro. 

—No quiero —dijo Kira, aferrándose a su pecho como un mono bebé se aferra a su madre. 

-Si no te levantas, voy a tener que castigarte-advirtió Jotaro, intentando sonar serio. 

-Jiji, quiero verte intentarlo-lo desafió Kira, con una risa traviesa. 

—Está bien, tú lo pediste —dijo Jotaro con renovada determinación. Agarró la cabeza de Kira y, con un destello de magia relámpago, le arrojó una pequeña chispa. Kira cayó al suelo sorprendida. 

Jotaro se levantó de su cama, sonriendo burlonamente. —Te lo advertí, pero no me escuchaste —dijo mientras se dirigía al baño, disfrutando de su pequeño triunfo. 

Después del pequeño incidente, Kira se levantó, todavía riendo, mientras Jotaro se preparaba para partir hacia el bosque. En poco tiempo, ambos se estaban preparando para la aventura. 

-¡Estás listo!-gritó Jotaro desde fuera del templo. 

Kira, apresurándose a cambiarse, salió corriendo de la habitación con una expresión radiante. -¡Estoy lista! ¡Vamos, Jotaro! 

-No debiste apresurarte, además… ¿por qué te pusiste esa ropa aventurera? -preguntó mirándola con una mezcla de diversión y reproche. 

Kira se encogió de hombros. -Es mejor que usar la misma ropa todo el tiempo. 

Jotaro al darse cuenta que se refería a él, se sintió ligeramente molesto, pero al mismo tiempo, no pudo evitar reconocer que la ropa le quedaba muy bien. -Esa ropa te queda muy bien, Kira. 

Kira se sonrojó y respondió en tono enojado: "¡Cállate! 

Ambos estallaron en risas, disfrutando del momento y dejando atrás cualquier incomodidad. Con el buen humor presente, se dirigieron al bosque, dispuestos a explorar y afrontar juntos nuevas aventuras, en un día que prometía ser inolvidable. 

 

Mientras Jotaro y Kira caminaban por el denso bosque, la atmósfera se sentía vibrante y llena de vida. Los rayos del sol se filtraban a través de las hojas creando un efecto de luz y sombra que los envolvía mientras compartían risas y comentaban sobre las criaturas que veían en el camino. 

De repente, un movimiento retorcido llamó la atención de Jotaro. A unos metros de ellos, apareció una serpiente gigante, con sus escamas brillando al sol. Jotaro se volvió hacia Kira, su mirada reflejaba determinación. 

-Kira, ¡vamos a cazarlo!-declaró emocionado. 

Con un movimiento ágil atacaron a la serpiente y tras una breve pero intensa lucha lograron matarla. 

-Esa serpiente era muy escurridiza -dijo Jotaro, secándose el sudor de la frente. 

-Tienes razón. Menos mal que lo matamos -respondió Kira sonriendo aliviada. 

Jotaro ascendió, pero de pronto sus oídos registraron un murmullo a lo lejos. Rápidamente se agachó y dijo: -¡Agáchate! 

Kira obedeció, ambos se escondieron detrás de un arbusto. Curioso, Jotaro decidió asomarse para investigar de dónde provenían las voces. Al asomarse, vio a un grupo de personas con armaduras a caballo. 

-¿Podrían ser guardias de un reino cercano?-pensó, mientras la incertidumbre crecía en su interior. 

-Oye, Jotaro, ¿qué ves?-susurró Kira. 

-Hay algunos guardias a caballo -respondió dejando sus pensamientos a un lado. 

- Será mejor que nos vayamos antes de que se den cuenta de que estamos aquí -sugirió Kira, luciendo inquieta. 

Jotaro ascendió y, mientras avanzaban sigilosamente, el pie de Kira pisó una rama que crujió ruidosamente. Inmediatamente, los guardias detuvieron sus caballos y el líder gritó: 

-¿Hay alguien ahí? 

Sin mucha opción, Jotaro se levantó y, algo nervioso, dijo: -¡Hola! 

Al ver que Jotaro tenía orejas y cola de zorro, además de ropa que solo usaban los semidioses, los guardias mostraban signos de relajación. El líder se dirigió a él con seriedad. 

-Oye, semidiós, ¿qué haces aquí solo? No deberías estar en un templo esperando las ofrendas de la gente -dijo con voz autoritaria. 

Jotaro, aturdido, buscó una excusa que no sonara demasiado infantil ni peligrosa. -Oye, me perdí -respondió incómoda. 

-Está bien, ¿qué tal si te llevamos de regreso a tu templo?-propuso el líder de los guardias. 

-No, gracias. Estoy bien aquí.

-Pero… ¿estás lejos de tu templo o cerca? –preguntó el líder. 

-Estoy cerca, así que estare bien -dijo Jotaro. 

-Esta bien, pero cuidado con los monstruos.-dijo el líder. 

Con eso, los guardias se fueron. Kira se puso de pie y dejó escapar un suspiro de alivio. -Que bueno, ya se fueron. 

-Si, pero… ¿por qué hay guardias aquí en el bosque?-cuestionó Jotaro frunciendo el ceño. 

-No lo sé, pero será mejor que sigamos explorando-respondió Kira, con determinación. 

Mientras continuaban su camino, el día transcurrió entre cacerías de monstruos y risas, hasta que Jotaro siguió a un conejo con la idea de vender su carne en el pueblo cercano al templo. Cuando llegaron a una colina, Jotaro se detuvo de repente sorprendido. 

Kira, al ver que había dejado escapar al conejo, le preguntó: "¿Qué pasa? ¿Por qué lo dejaste escapar?" 

Al darse la vuelta, se dio cuenta de que ante ellos se extendía un reino impresionante, con altos muros y banderas ondeando al viento. 

-¿Vamos?-preguntó Jotaro ligeramente emocionado. 

-¡Vamos!-respondió Kira con una sonrisa contagiosa. 

Ambos comenzaron a caminar hacia el reino, con el corazón lleno de expectación por la aventura que les guardaba. A medida que se acercaban, el murmullo distante de la vida del reino se hacía más fuerte, recordándoles que había mucho por descubrir.