El camino del poder (5)

El quinto día en el campamento fue diferente a cualquier otro para Kaeleen. A lo largo de toda la semana, había luchado para mantener bajo control su mana oscuro y encauzarlo de una manera que no lo destrozara desde dentro. Pero ese día, después de innumerables ejercicios de flujo y dolorosas horas de concentración, sintió por fin un cambio tangible. Por primera vez, la energía comenzó a estabilizarse en un punto específico de su pecho, formando un núcleo que palpitaba débilmente, pero constante. Había logrado establecer un núcleo latente.

Ese avance le llenaba de satisfacción, pero la realidad lo golpeó de inmediato: aún no era suficiente. Para poder participar en el examen final, necesitaba elevar su núcleo al nivel 2. Con solo un día de diferencia, esta meta parecía casi imposible de alcanzar. Sin embargo, el temor a no poder ingresar en la Academia del Reino y a fallar después de todo lo que había soportado le impedía siquiera considerar la idea de rendirse. No podía detenerse ahora; la oportunidad de un cambio en su vida estaba a su alcance, y la necesidad de aprovecharla le quemaba en el pecho casi tanto como el propio mana.

Mientras el sol comenzaba a ocultarse tras el horizonte, Kaeleen tomó una decisión. Se quedaría en el campo de entrenamiento toda la noche, sin descanso, intentando alcanzar el nivel necesario para su núcleo. Observó cómo el resto de los invocados regresaban al hostal para descansar, sus figuras desdibujándose en la penumbra mientras él se preparaba mentalmente para enfrentar una noche de esfuerzo constante.

Se sentó en el centro del campo, bajo el cielo estrellado, y cerró los ojos, concentrándose profundamente en el núcleo latente que había formado en su pecho. La energía era tenue, frágil, y cualquier intento por forzarla parecía causar una presión que casi lo hacía perder el aliento. Respiró hondo, dejándose envolver por el silencio de la noche, y comenzó a guiar la energía para que se fortaleciera, intentando expandirla dentro de su cuerpo.

Cada segundo que pasaba parecía sumarle peso a la carga en su pecho. El dolor y la presión se intensificaban con cada esfuerzo, como si su pecho estuviera siendo aplastado por una fuerza invisible que quería detenerlo. La energía del mana oscuro no se dejaba controlar con facilidad; cada vez que intentaba dirigirla hacia el núcleo, la corriente se resistía, retrocedía y se dispersaba en todas direcciones, como una corriente violenta en un río desbordado. Kaeleen cerraba los ojos con fuerza, visualizando la energía fluyendo en su interior y concentrándose en cada respiración para mantenerla estable.

Las horas pasaban lentamente, y el cansancio comenzó a pesar sobre él. En más de una ocasión, sintió que su mente comenzaba a nublarse y que sus músculos cedían bajo la fatiga, pero se negaba a detenerse. En su mente, la idea de no alcanzar el nivel 2 y de perder la oportunidad de ingresar a la academia era inaceptable. No podía dejar que el dolor lo venciera. La voz de Elise dándole ánimos, y el rostro severo de Ithan burlándose de él, le servían de recordatorio constante de lo mucho que estaba en juego.

Con cada nuevo intento, visualizaba el mana oscuro fluyendo como un río denso y turbulento, formando un camino que unía cada parte de su cuerpo en un ciclo constante. El dolor en su pecho aumentaba, y en más de una ocasión, se sintió al borde de gritar, pero se obligó a seguir. Kaeleen se decía a sí mismo que debía aguantar, que debía ser más fuerte de lo que había sido nunca. Cada esfuerzo era una prueba de su voluntad, una lucha en la que no podía darse el lujo de fallar.

Finalmente, cuando el primer rayo de sol asomaba en el horizonte, algo cambió. La energía dentro de él comenzó a fluir con mayor facilidad, y su núcleo latente pareció expandirse, llenándose de poder. La presión disminuyó, y por un breve instante, Kaeleen sintió que el mana estaba realmente bajo su control. Había alcanzado el nivel 2. Apenas podía mantenerse en pie, y cada músculo de su cuerpo temblaba, pero el logro lo llenaba de una profunda satisfacción. Lo había conseguido. Todo el esfuerzo, todo el dolor, había valido la pena. 

Con una sonrisa cansada, se dejó caer en el suelo, incapaz de contener el suspiro de alivio que escapó de sus labios. La noche había sido una prueba extenuante, una lucha constante contra sus propios límites, pero el esfuerzo había dado frutos. Había logrado lo imposible. Había pasado toda la noche peleando consigo mismo, venciendo el cansancio y el miedo, y ahora el núcleo de nivel 2 latía en su interior como una fuente estable de poder.

Tras unos minutos en los que trató de recobrar fuerzas, Kaeleen se levantó lentamente y se dirigió hacia el hostal. Sabía que apenas tendría tiempo para descansar antes de que comenzara el examen, pero ahora estaba listo para enfrentarlo. Su cuerpo le dolía en cada fibra, y cada paso le recordaba el precio que había pagado, pero su mente estaba más tranquila que nunca.

Con su núcleo de nivel 2 recién establecido, Kaeleen se dirigió al campo de entrenamiento con el resto de los invocados. Sabía que ese era el último día en el campamento, el día en que se llevaría a cabo el examen final. El ambiente estaba lleno de nerviosismo, y los jóvenes se miraban entre sí con ansiedad, cada uno consciente de la importancia de lo que estaba en juego. Los instructores anunciaron que los dividirían en cinco grupos, y el objetivo sería completar una serie de pruebas que evaluarían su dominio del mana.

Kaeleen terminó en el grupo liderado por Naomi, la joven que había obtenido el primer lugar en las pruebas. Junto con otros tres compañeros, se posicionó en su lugar designado, notando de inmediato que algunos observaban su presencia con cierto recelo. Era comprensible; después de todo, su falta de control había sido evidente durante toda la semana. Sin embargo, eso no era lo que más le preocupaba.

Desde el otro lado del campo, Ithan y Erik lo miraban con sonrisas burlonas, sus miradas cargadas de una promesa de conflicto. Algo en sus expresiones le dijo a Kaeleen que aquellos dos tenían la intención de hacerle la prueba aún más difícil. A pesar de todo, él mantuvo su mirada fija, sin dejar que las provocaciones lo afectaran. No iba a permitir que nada, ni siquiera ellos, interfiriera en su oportunidad de ingresar a la academia.