—Bien, la tarea está hecha. Ahora puedes decirme lo que sabes, ¿no es así? —soltó Ling Feng tras dejar el hotel, soltando la mano de Chu Ziling y hablándole con indiferencia.
—¡Eh, eres tan desalmado! ¿No estábamos muy cariñosos hace apenas un momento? —Chu Ziling habló con tono melancólico.
—Hermana, te estás metiendo demasiado en el papel. ¡No te pierdas en él! Ahora que no hay nadie más, ¿realmente necesitamos seguir actuando? —Ling Feng se quedó sin palabras.
—Qué hombre tan poco romántico, no sé cómo esas niñas quedaron tan deslumbradas por ti. ¡Vamos a buscar un lugar más tranquilo para hablar! —Chu Ziling le lanzó una mirada de desprecio a Ling Feng.
Los dos fueron a un café y eligieron un reservado privado.
Después de sentarse, Chu Ziling colgó su abrigo en el perchero, revelando su figura elegante.