Las tres mujeres estaban en un Lincoln estirado, y aun con el conductor había espacio más que suficiente para las cinco.
Después de que Ling Feng cargara todo el equipaje en el coche y estuviera a punto de entrar, un joven se acercó enfurecido desde la distancia.
—¡Xiao Rui, ¿quién es él?! —El joven miró fijamente a Ling Feng, sus ojos ardiendo rojos, como un toro provocado a la ira.
—David, ¿qué haces aquí? —Yun Hanrui frunció sus elegantes cejas al verlo—. ¿Me estás siguiendo?
David señaló acusadoramente a Ling Feng, su voz agitada.
—¿Rechazaste mi invitación solo para recibir a este hombre? ¿Cuál es exactamente la relación entre ustedes dos?
La expresión de Yun Hanrui se volvió fría de inmediato.
—¡David, controla tus emociones! No tengo la obligación de responder a tus preguntas. Y, por favor, compórtate con respeto. No eres más que mi socio de negocios. Llámame Presidente Yun. ¡Estamos lejos de ser lo suficientemente cercanos como para usar apodos!