Liang Fei palmeó los hombros de Cheng Antai con ambas manos y dijo con gran sinceridad:
—Cheng Antai, déjame preguntarte, ¿cuánto tiempo me llevó conseguir estos treinta millones en mis manos?
—Eso… debería ser cinco minutos. —El corazón de Cheng Antai dio un salto; comenzaba a entender lo que Liang Fei quería decir, y sentía como si su corazón estuviera sangrando.
—Exactamente, es algo que puedo resolver en cinco minutos, pero tú quieres que dedique tanto tiempo en ello, ¿crees que me sentiría feliz al respecto? —Liang Fei miró a Cheng Antai con una sonrisa que no era exactamente una sonrisa, sus ojos casi emitían un destello cegador.
—¡Infeliz! ¡Definitivamente infeliz! ¡Yo tampoco estaría feliz! —Cheng Antai, como atrapado en la lógica de Liang Fei, habló sin rodeos.