Zhao Gao miraba fijamente la copa de vino alzada ante él y sentía amargura en su garganta. Antes de que pudiera decir algo, Xiao Yi ya había instruido al sirviente para que sirviera el vino. Extendió una copa y se la pasó directamente a Zhao Gao, quien no tuvo más remedio que aceptarla.
Aún aturdido, Zhao Gao sintió que la copa de vino se inclinaba por su propia cuenta, vertiendo su contenido por su garganta.
Después de una copa, Zhao Gao sintió como si su garganta estuviera en llamas, y vagamente, se dio cuenta de que el sabor era diferente, no era el mismo vino que había estado bebiendo antes.
—Director Zhao, usted es el aficionado al vino más conocedor que jamás he conocido. ¡Tiene que beber esta copa sí o sí! —exclamó Xiao Yi.
Zhao Gao no tuvo tiempo de entender qué estaba pasando, ya que su mente aún no estaba clara cuando otra copa de vino apareció en su mano, y la vertió confusamente por su garganta.
—Director Zhao... —llamó alguien.
—Director Zhao... —insistió otro.