Capítulo Setecientos Cincuenta y Uno: Dejándolo Ir Fácilmente
—¡No está mal!
El líder del equipo de seguridad y un grupo de guardias de seguridad, al ver la cara cubierta de suciedad del mendigo y su barba desordenada, que no había sido recortada en quién sabe cuánto tiempo, no pudieron evitar estremecerse ante su repentina sonrisa. Especialmente esos ojos brillantes que parecían emitir un resplandor fantasmal, lo cual instintivamente aceleró los latidos de sus corazones. Pero solo fue un momento antes de que su valor regresara. Al fin y al cabo, solo era un mendigo maloliente frente a ellos. Con tantos de ellos, ¿realmente podían tenerle miedo?
Después de una breve pausa, el líder del equipo de seguridad gritó severamente:
—¡Ahora sospecho que has robado nuestra propiedad!
—Joven, puedes comer lo que quieras, pero no deberías hablar a la ligera.