—Sería bueno que te quedaras a almorzar —sugirió Lucio cálidamente, su tono llevando un sutil indicio de persuasión mientras caminaba junto a Roderick hacia la puerta.
—Tal vez en otra ocasión, tío —respondió Roderick educadamente pero con firmeza, sus labios curvándose en una leve sonrisa—. Quedarme aquí se sentiría... incómodo para mí —admitió después de un momento, su voz teñida de hesitación—. Entonces nos veremos el lunes.
Lucio asintió levemente, entendiendo la reticencia de su sobrino. —Está bien. Te acompañaré a la salida —dijo.
Roderick asintió en respuesta y juntos se dirigieron hacia la salida. Al cruzar la sala, la mirada de Roderick cayó sobre Sylvia.
La vista de ella parada allí le tomó por sorpresa, un atisbo de confusión cruzó por su rostro. ¿Qué hacía ella aquí? Sus pensamientos se dispararon, preguntándose si entre Lucio y Sylvia las cosas habían tomado algún giro positivo.