El Zar miró su teléfono y se preguntó por qué Lucio aún no le había llamado. Presionó los dedos contra la sien de su frente, esperando pacientemente la llamada.
—Jefe, hay un problema. No podemos acceder a los dispositivos de nuestros hombres —informó el asistente al Zar.
—¿Qué? —El Zar frunció el ceño y rápidamente se levantó de su asiento. El primer pensamiento en su mente fue si Lucio había hecho algo, así que llamó de inmediato a su padre. Para su sorpresa, el Zar no pudo conectar la llamada con Vladimir.
—¿Está listo el helicóptero? —preguntó el Zar, mirando a su asistente.
—Sí, Jefe.
—Vamos para Rusia inmediatamente. Algo está mal —dijo el Zar cuando sonó su teléfono. Comprobó el número y no lo reconoció. Contestó, sabiendo que debía ser Lucio al otro lado.
—Lucio, ¿qué mierda estás haciendo? ¡Ven aquí o voy a matar a tu amada esposa justo delante de tus ojos! —gritó el Zar mientras amenazaba.
—Soy yo, Layla De Salvo.