Demitri se despertó de su estado somnoliento por la tarde, estirándose ligeramente antes de salir de la cama. Después de refrescarse, bajó las escaleras, solo para detenerse en seco ante la vista inesperada que tenía ante sí.
Sus ojos se abrieron de sorpresa al ver a Nora todavía sentada en la sala de estar. Había asumido que ella se habría ido hace mucho tiempo.
—Lo siento, hoy dormí más de lo habitual —dijo, frotándose la nuca—. Ahora te llevo a casa.
Antes de que Nora pudiera responder, Alessia entró desde el jardín, todavía con sus guantes de jardinería puestos. Se los quitó con tranquilidad, su expresión serena pero firme.
—Ya hablé con el tío de Nora. Ella va a pasar la noche aquí —anunció.
Demitri parpadeó, totalmente desprevenido. —¿Qué? —preguntó, mirando a su abuela con desconcierto. Su mirada se desvió hacia Nora, quien solo jugueteaba con sus dedos.
Demitri tomó del brazo a su abuela y la llevó a un lado.