Lucio vertió el vino en un vaso y tomó el vaso entre sus dedos. Sus ojos estaban fijos en la laptop, pero sus pensamientos estaban en otra parte. Mientras Layla dormía profundamente, agotada por el viaje, él se encontraba aquí, en su oficina privada en la mansión.
Bebiendo el vino, se recostó en la silla.
—¿Por qué estás bebiendo a la luz del día? —preguntó Demitri después de golpear la puerta. Lucio levantó la cabeza y le sonrió.
—No esperaba que estuvieras aquí —dijo Lucio, terminando el vino y colocando el vaso sobre la mesa.
—Pensé en ver a ti y a Layla —respondió Demitri y entró. Sacó una silla para él y se sentó en ella—. ¿Dónde está Layla? —preguntó.
—Está durmiendo —contestó Lucio y cerró la laptop.
—Te ves estresado por alguna razón —dijo Demitri.
—Estoy bien —respondió Lucio—. ¿Se fue Abuela? —luego preguntó.
—Sí, se fue esta mañana —confirmó Demitri—. No te ves bien. ¿Quieres compartir?
Lucio lo miró por un momento.
—Estoy bien. No hay necesidad de preocuparse.