—¡Lo siento!
Aiden retiró inmediatamente su mano, palideciendo mientras se sentaba, tomando respiraciones profundas y estabilizadoras. Sylvia se enderezó con una expresión de sorpresa.
—Yo-Yo lo siento... Pensé— —tartamudeó Aiden—. Debería irme —añadió apresuradamente, empujándose para ponerse de pie, ansioso por escapar del momento incómodo.
Sylvia, sin embargo, se mantuvo serena. —He cocinado el almuerzo para nosotros —dijo—. Sería un desperdicio si no te quedaras a comer.
Aiden vaciló, su mirada oscilando entre ella y la puerta. Después de un breve momento, asintió levemente y la siguió en silencio hacia la cocina.
Sentándose en la mesa del comedor, Aiden observaba cómo Sylvia se movía de manera eficiente, sirviendo la comida delante de él.
Aiden comía en silencio, su mirada fija en su plato mientras Sylvia lo observaba, con su curiosidad en aumento. Su reacción repentina anterior permanecía en su mente, haciéndola preguntarse qué la había desencadenado.