Ambos se alejaron lentamente, sus miradas permaneciendo por un momento antes de que unas sonrisas se dibujaran en las comisuras de sus labios.
Roger fue el primero en romper el silencio. —Puedes refrescarte y ponerte algo más cómodo —sugirió con un tono cálido y tranquilizador. Levantándose de su asiento, hizo un gesto hacia el pasillo—. Sígueme.
Varya lo siguió, sus pensamientos arremolinándose mientras entraba en el dormitorio, que estaba convenientemente al lado del de él. —Puedes quedarte aquí a partir de ahora —dijo Roger mientras soltaba casualmente el asa de su maleta con ruedas—. No necesitas buscar otro apartamento. Este también será tu hogar.
Varya dudó, su mirada alternando entre Roger y el entorno desconocido. —No quiero invadir tu espacio personal —respondió, insegura de cómo manejar la repentina oferta.