Marcos ató la cuerda separadamente alrededor de su muñeca y luego la señaló hacia la cama. Ató la cuerda en los pilares detrás de la cama y su otra mano en el pilar izquierdo. Sus manos estaban extendidas en diferentes direcciones. Marcos se colocó detrás de ella, su aliento justo sobre su pulso, provocándole el cuello.
Ella inhaló y tragó su aliento en anticipación. No podía mover su cuerpo debido a la cuerda que sostenía sus manos.
—Rodilla en la cama, piernas abiertas niña —la ronca voz de Marcos instruyó, haciéndola estremecer.
—Sí señor —respondió Ana. Se subió a la cama con las rodillas antes de que abriera sus piernas de manera invitante y se quedó en posición como le habían instruido.