COÑO HÚMEDO-18+ (2)

Unos minutos después, llegaron al hospital y ella pagó al taxista antes de salir.

Se quedó con la boca abierta mientras miraba boquiabierta el enorme rascacielos frente a ella. Estaba asombrada; nunca había visto un hospital tan grande que incluso se preguntaba si estaba en el lugar correcto. Sin pensarlo mucho, corrió hacia dentro y esperó pacientemente a que la puerta automática de cristal se abriera antes de entrar.

—Señora, ¿puedo saber por qué está aquí? —preguntó la señora de la recepción, haciendo que ella se detuviera y se volviera.

—No tengo mucho tiempo señora, tengo una cita con Marcus Morris —respondió Ann educadamente mientras le mostraba la tarjeta que sostenía a la señora de la recepción.

La señora echó un vistazo a la tarjeta por un segundo antes de sonreír en señal de aprobación. —Está bien, puede pasar, el décimo piso —dijo la señora y Ann rápidamente se apresuró hacia el ascensor.

Presionó el botón del décimo piso antes de que las puertas se cerraran y comenzó a subir. Suspiró nerviosamente ya que podía sentir la sangre hinchando en su sien; pensando que podría ser una mala idea estar aquí. Se colocó la palma en el pecho, intentando calmarse antes de que la puerta emitiera un pitido al abrirse y ella salió, admirando la belleza del pasillo. Caminó por el pasillo, escudriñando alrededor hasta que encontró una puerta con el nombre de "Marcus Morris" fijado en la señal de la puerta, indicando que era su oficina. Sonrió y se ajustó el vestido antes de llamar dos veces esperando la orden de entrar a la oficina a cambio.

—Adelante —consiguió lo que quería pero con una voz fría y más profunda que le hizo correr escalofríos por la espalda. Quería irse casi inmediatamente porque se puso nerviosa en el momento que oyó la voz varonil salir de la oficina. Inhaló profundamente, asegurándose de que nada podía salir mal y ya que estaba aquí no había vuelta atrás.

Exhaló antes de abrir la puerta y entrar a la oficina. Sus ojos fueron recibidos con una espalda ancha de frente. No podía ver su rostro pero mirando las características de su cuerpo, se veía caliente como un dios, no es de extrañar que le llamaran doctor del sexo.

—Puede tomar asiento —dijo con un tono de voz ronco y ella se gestualizó para sentarse en la silla al lado de la mesa. —Preséntese cariño —dijo Marcus con una voz reconfortante que la hizo tragar nerviosamente.

—Yo...yo...yo...yo... —tartamudeó tratando de encontrar las palabras adecuadas que decir. —Soy Ann, tengo veintiséis años y soy adicta al sexo —soltó abruptamente. —¿Y usted señor? —Ann se vio obligada a preguntar por curiosidad, porque su voz sonaba tan varonil y gruesa.

Escuchó como él sonreía con suficiencia y luego giró su silla giratoria para enfrentarla.

La mandíbula de Ann se desencajó cuando su mirada se encontró con su hermoso rostro. Se quedó babeando por él mientras lo admiraba y observaba su rostro bien esculpido, su nariz puntiaguda y sus ojos azules italianos. Sus labios eran gruesos y tentadores para besar. Sus rizos caían sobre su frente y maldita sea su pecho. Su pecho velludo y voluminoso estaba a la vista a través de su camisa que estaba abierta y desabotonada.

—Tengo cuarenta años niña y ¿tienes algún problema con eso? —respondió Marcus con una voz profunda que sonaba agradable a su oído. —¿Te gusta lo que ves? —dijo con una sonrisa orgullosa al haberla atrapado con sus ojos marrones admirando su cuerpo.