Ann entró en la cocina con una mano detrás de su espalda como si estuviera ocultando algo de él. Rodeó la mesa para enfrentarlo y se burló al verlo atrapado en una silla.
—Te arrepentirás de esto, Ann —gruñó Marcos furiosamente mientras luchaba por sacar su mano del lazo en su muñeca, pero todo su esfuerzo resultó ser en vano.
—Después de haber torturado a tu gran hombre ahí abajo —añadió ella dentro de su declaración con una sonrisa diabólica en sus labios. Sacó su mano de detrás de su espalda y reveló el consolador que estaba sosteniendo.
—¿Entraste en esa habitación? —preguntó Marcos con desdén y ella se burló.