—Te veré afuera cuando termines, Alec —le dijo Alaric a Alec mientras se ponía los pantalones y salía de la habitación con su traje colgado del hombro.
Ann se sentía débil, su coño brillaba rojo por haber sido embestido por la polla de Alaric. Si tenerla por segunda vez salvara su vida, no le importaría hacerlo de nuevo.
Alec caminó hacia ella con su polla dura contra sus abdominales de piedra. Subió a la cama y con su mano, le separó las piernas para acomodar su cuerpo entre ellas, luego apoyó sus dos manos entre su cabeza en la cama mientras la miraba con las mejillas manchadas de lágrimas. Bajó la mano y las limpió, lo que hizo que Ann abriera los ojos sorprendida y lo mirara. Le sorprendió que no fuera tan grosero y diabólico como Alaric. Él era más calmado y gentil.