Ann sostuvo su mejilla y miró a los ojos de su madre, tratando de entender por qué le había abofeteado. Rápidamente retiró la mirada cuando su madre la fulminó con la suya, pues todo lo que podía ver era ira ardiendo en sus ojos enrojecidos. La madre de Ann la agarró de la oreja y la arrastró hacia el interior de la casa antes de cerrar la puerta de un portazo.