Justo cuando se perdía en sus propios pensamientos, Marcos levantó la paleta y la azotó con tanta fuerza contra la nalga de ella.
—Ahhh —Ann se estremeció y gritó de dolor mientras las lágrimas copiosas se acumulaban en sus ojos. Nunca había sentido tanto dolor en toda su vida. Sintió que Marcos se inclinaba hacia ella desde atrás y le susurraba suavemente al oído.
—¿Te rindes? —preguntó él, y ella negó con la cabeza.
—No señor —respondió Ann, y él rió en su oído antes de alejarse de ella y volver a asestarle un golpe con la paleta contra la nalga, esta vez más fuerte. —Ahhh —gritó y arqueó la espalda mientras el dolor le cortaba todo el cuerpo. Sintió la cuerda morder su muñeca carnosa mientras intentaba zafarse de las restricciones.