No había lugar donde esconderse. Ella observaba horrorizada cómo la puerta se abría de golpe y Eli irrumpía, dirigiéndose directamente hacia ella.
—Donna, yo —se detuvo al instante, su mirada pasando de su figura durmiente en la silla a la que estaba arrodillada a su lado.
No necesitaba quitarse la máscara, pero ella conocía esa mirada que cruzó por sus ojos marrones. Nunca la había mirado así antes.
—E —empezó a decir, buscando palabras para explicar la situación, pero él desenvainó su espada y la hoja se sintió como una presencia amenazante en la base de su cuello.
—Alejaos de ella.
—¿Qué?!
—¿No la reconocía?
—Alejaos ahora mismo o cortaré vuestra garganta.
La amenaza en su voz era tan clara como el día.
Él lo haría.
Solo un pequeño inclinarse hacia adelante y su cabeza desaparecería.
Sería limpio también. Cortada.