—¿Qué estás haciendo? —Eli no pudo evitar preguntar.
Aunque siempre estaría dispuesto a disfrutar de sus emboscadas y a disfrutarlas, esta no parecía ser la ocasión.
Ella pasó al siguiente botón sin decir palabra y él le sostuvo la muñeca.
Sus acciones habían sido algo extrañas esa noche, él creía que era por el estado en el que había visto llegar a Kestra.
Había sido suficiente para dejar a cualquiera en shock. Nunca había visto a Kestra atacada tan gravemente como para perder la vista.
Siempre había sido capaz de cuidarse por sí misma y saber que la amenaza contra su Donna era tan fuerte como para poner a la bruja más poderosa que conocía en tal miseria, le hizo sentirse terriblemente preocupado e inquieto.
Creía que su Donna estaba en el mismo estado, pero ahora que ella estaba de rodillas, desabrochando su camisa, algo simplemente no parecía correcto en sus acciones.